Estáis ante una de las obras más denostadas de mi incierta trayectoria como trapichero digital de gran formato. Se la pude haber vendido a un restaurante de moda, de no ser por la escandalera que montó la santa del propietario.
Mimaki fue un creativo publicitario que abandonó el oficio para dedicarse a la vida contemplativa. En la actualidad se le podría catalogar como manipulador digital a tiempo completo, o rompepelotas disidente part-time. Considerado peligroso, va armado con un Mac G-5 del que no duda hacer uso indiscriminadamente.
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