En un oscuro rincón de Génova, junto a un saco de garbanzos
que perteneció a Don Manuel Fraga, el sillón de la Tocino y la cabra
de los Legionarios de Cristo, la cámara descubre una pizarra
polvorienta donde aún se puede leer, escrito mil veces:
No se dice Movimiento Vasco de Liberación.
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