Aquella mañana de Octubre Esperanza Aguirre se sentía particular-
mente satisfecha consigo misma. Algo flotaba en el aire otoñal que
la reconciliaba con la vida, justificando tantos años de esfuerzos
entregados a su irresistible ascensión política. Iba a inaugurar un
centro escolar y , tras un almuerzo que se anunciaba prometedor
con Ana Botella, se reuniría con sus consejeros para poner algunos
puntos sobre ciertas íes. Lo de Alberto estaba zanjado y lo de
Mariano en vías de solución. La noche anterior había recibido una
llamada de Pedrojota anunciándole que España comenzaba su
su andadura por el camino de la esperanza. Todo iba bien.
Quizás por eso, cuando se encontró a la salida de su residencia con
un grupo de periodistas que le preguntaban por su opinión ante el
triunfo de Tomás Gómez en las primarias, parpadeó sorprendida,
respondiéndoles con su encanto más british: " Tomás, ¿qué?"
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