Desde que coincidieran en parvulitos, José Luis y Mariano
siempre hicieron buenas migas a pesar de las diferencias de carácter.
José Luis, más soñador, acostumbraba a ausentarse de la realidad
mientras que Mariano, muy formal desde niño, se aplicaba al estudio
con el mismo entusiasmo con que pedaleaba por las callejuelas del
casco antiguo, camino de su casa.
Se diría que uno iba para socialista utópico y el otro para burócrarta
conservador.
Luego el tiempo los fue colocando a cada uno en su sitio.
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