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domingo, 10 de octubre de 2010

MONCLOA STORY


El día en que Mariano Rajoy llegó a la Moncloa, no tardó en
comprobar que las herramientas intelectuales que empleaba para
interpretar la realidad habían quedado obsoletas.
Acompañado por la perplejidad, no pudo encontrar las palancas de
mando gubernamentales bajo los guardapolvos del mobiliario y
en su extravío por estancias, gabinetes y salones, tampoco logró
hacerse con los resortes del poder.
Desolado, vagó por el palacio al encuentro de un Ejecutivo inexistente,
lo que le llevó a precipitarse en el vacío provocado por la ausencia
del Legislativo y el Judicial.
Una caída abismal, a lo largo de cuyo recorrido fantasmagórico, pudo
ver a Soraya en forma de amorcillo de porcelana y a González Pons
como alabardero de guardarropía mientras, en los frescos pastorales
del techo, la Dirección Nacional del partido jugaba a la gallinita ciega
en los jardines de Aranjuez.
Meses después, frente al Registro de la Propiedad de Santa Pola,
Mariano Rajoy recordaría que el único hallazgo relevante de aquella
jornada fue una nota manuscrita, encontrada bajo la alfombra del
Despacho Presidencial, en la que se podía leer:
"El último que apague la luz"

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